El Mundo de Fantasmin
Cuentos
LAS MAGDALENAS DEL JARDINERO.

El príncipe, tiene muchos amigos en la clase y en el castillo. Son de su misma edad y lo pasan muy bien jugando juntos; pero tiene uno muy especial al que quiere mucho y con el que comparte momentos muy especiales llamado Braulio. Braulio que era el jardinero del rey y ahora está jubilado,conoce todas las historias que han ocurrido en el castillo y sus alrededores. Es un anciano al que los médicos han recomendado caminar para fortalecer los huesos y procurar no enfriarse.

Cierto día Braulio salía a dar su paseo y el príncipe le preguntó si podía acompañarlo. Le respondió que le agradaría mucho, pues siempre es mejor pasear con un amigo. Los dos emprendieron el camino hacia un pequeño monte en el que había un viejo molino de viento y desde el cual se podía divisar todo el valle con la silueta del castillo al fondo. Al llegar se sentaron para recobrar el aliento, descansar de la caminata y seguir charlando. Braulio sacó de su alforja una calabaza con agua (en aquellos tiempos no había cantimploras y llevaban el agua y el vino en calabazas muy bonitas) y dos magdalenas. El príncipe, le pidió que le contara una de esas historias que tanto le emocionaban y que a su amigo tanto le gustaba recordar.

Braulio miró el papel de la magdalena que acababa de desliar y le dijo:

-“Te contaré la historia de estas magdalenas, verás que interesante resulta” y comenzó:

-Todo empieza ahí abajo, en el valle. Los campesinos aran la tierra con los arados tiradospor caballos oburros y siembran las semillas de trigo. Con las lluvias, de cada grano nace una planta que crece como la hierba echando una espiga con muchos granos de trigo juntos. Al principio del verano empieza a hacer calor, se seca y lo siegan. Lo acarrean con los caballos a la era para trillarlo; después lo aventan, para separar el grano de la paja, lo meten en sacos y lo guardan en el granero. La paja también la utilizan para comida de los animales: los caballos las vacas y las ovejas.

-¿Termina aquí la historia? Preguntó el príncipe.

-No, aquí empieza. Cargan los sacos de trigo en los carros y los llevan a un molino, como este. Allí lo muelen y lo convierten en harina blanquísima que meten en sacos para llevarla a la panadería. Con harina, agua, sal y levadura, los panaderos forman una masa con la que hacen los panes redondos, las barras y cualquier tipo de pan que hayas visto. Los meten alhorno cuando está muy caliente y dentro se cuece y se convierte en ese pantan rico, que te gusta tanto y que huele tan bien.

-Pero tú me dijiste que sería la historia de las magdalenas. Replicó el príncipe.

-No lo he olvidado, continuó su amigo. Mientras se está cociendo el pan, preparan una masa con harina, huevos, azúcar y leche; la ponen en estos moldes de papel y una vez que el pan está cocido, las meten al horno donde se cuecen; sacándolas doradas, tiernas y apetitosas.

-Por cierto, continuó Braulio. Este es un molino de viento, ¿ves esas aspas tan grandes que tiene? Cuando sopla el viento comienzan a girar y mueven una piedra redonda y grande que hay dentro para moler el trigo.

-¿Por qué no muele ahora? Preguntó el príncipe.

-Ha molido hasta hace poco, pero ocurrió una cosa muy curiosa, continuó Braulio.

- Un día, estaba el molinero haciendo su trabajo, y oyó unos gritos.

- ¡No, mi señor!, ¡No, mi señor!, por favor no hagáis locuras...

-El molinero se asomó por la ventanita que hay ahí arriba y vio un caballero con armadura vieja, abollada y oxidada, que sosteniendo una enorme lanza, venía hacia su molino al galope sobre un caballo viejo, muy flaco, al que animaba diciendo:

- “Vamos Rocinante, que esta será una de nuestras más famosas hazañas”.

El molinero quedó mudo al ver lo que ocurría. Cuando el caballero llegó al molino, la lanza se clavó en la madera desgarrando la tela, tronchándose y rompiendo el aspa que se quedó enganchada en la pared parando el molino. El caballo se estrelló contra la puerta haciéndole un enorme agujero con las pezuñas y dos grandes marcas con los dientes, sacándola del quicio. El caballero se golpeó tan fuerte contra la pared que dejó esta marca que ves aquí. Cuando bajó el molinero, un señor gordito llamado Sancho, atendía al caballero magullado que no podía pronunciar una sola palabra porque le dolía hasta la lengua.

Sancho, mientras recogía las armas y colocaba a su señor sobre su asno, con el fin de llevarlo a su casa para que lo curara el médico; le fue explicando al molinero que su señor, al ver las enormes aspas del molino girar empujadas por el viento, pensó que eran los brazos de un gigante que quería maltratar a los campesinos de aquellas tierras y decidió luchar contra él para matarlo; porque su señor, al que llamaban Don Quijote de la Mancha (aunque otros le llamaban “el Caballero de la Triste Figura”), era muy valiente.

El molinero, después de oír todo lo que le contó, pensó que los dos hombres: Sancho y su señor don Quijote, habían cogido una insolación, porque lo que oía sólo eran locuras. Les ofreció el botijo para que bebieran agua fresca y se despidió de ellos.

Mientras se alejaban, con aire de derrota, el molinero movía la cabeza a un lado y a otro con cara de tristeza...

El molino quedó muy estropeado tras el lance y como el molinero era viejo y no tenía hijos que aprendieran su oficio, no quiso arreglarlo. Desde aquel día no ha funcionado más; sólo sirve para que nos sentemos a su sombra y disfrutemos del paisaje tan bonito que se ve desde aquí.

-Habían terminado la merienda y era hora de regresar, por eso después de acabar la historia, Braulio se dirigió al príncipe y le dijo:

-“Vamos. que se nos hace tarde. No olvides recoger el papel, debemos dejar siempre el campo tan limpio como lo encontramos. Las migas se las comerán los pájaros y las hormigas, pero los papeles hay que recogerlos”.

Los dos emprendieron la vuelta por el sendero que, como si fuera una serpiente, bajaba poco a poco por la ladera hasta el valle y luego, acompañaba al río hasta la puerta del castillo.

El príncipe, estaba orgulloso de tener un amigo como Braulio que le enseñaba tantas cosas, al que quería tanto y con quién compartía momentos muy agradables.

 

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