Se llamaba Marta y llegaba nueva al cole. Todos la esperaban con ilusión, pero también con nervios. La profe les había contado que Marta era como ellos, pero que era ciega.
Jorge, un compañero muy preguntón quiso saber qué era eso.
-“Seño: ¿Qué es ciega? Y la seño respondió:
-Ciega es una persona que no ve. No ve los colores ni las cosas.
A Jorge se le hacía raro pensar qué era eso de no ver, así que cerró los ojos y pensó “es como vivir de noche”. Quizás necesite una estrellita que la guíe.
En la clase, cambiaron poco las cosas desde la llegada de Marta. Todos los compañeros la trataban con cariño para que se encontrara a gusto y le tenían muchas atenciones: cuando saltaban a la comba, siempre saltaba una compañera con ella de la mano y le avisaba cuando tenían que saltar; si jugaban al escondite un compañero la tomaba de la mano y se escondían juntos. Así pasaban los días hasta queBerta, un poquito envidiosa porque Marta era el foco de atención de todos, se enfadó y un día, a la hora del recreo, propuso lo siguiente:
- Por qué no jugamos a la gallinita ciega?
Nadie dijo nada hasta que Marta comentó.
-¡Vale pero no os enfadéis si os gano!
-¡Ja, ja ,ja! Contesto Berta. Tú no ganas ni en broma.
- Bueno, vamos a ver.
Se lo comentaron a la señorita y ésta les respondió que era una idea estupenda y les prestó su pañuelo.
- ¿Quién se la queda? Preguntó la señorita.
Berta contestó en un tono algo extraño:
-Que se la quede Marta.
-De acuerdo, contesto. Que sea Marta. Ella no necesita pañuelo pero se lo pondremos de todas formas.
Los compañeros comenzaron a darle vueltas cantando”gira y gira como un remolino a ver si nos conoces o serás un pepino”.
Rápidamente todos los niños y las niñas hicieron un corro alrededor y Berta, que a veces hacía trampas viendo un poquito por debajo del pañuelo, no podía aguantarse la risa en pensar que nunca los reconocería. Marta, al oírla, se dirigió directamente hacia ella la cogió y dijo:
-Tú eres Berta y te la quedas.
El resto del recreopasó rápido y Berta no pudo reconocer a ninguno de sus compañeros antes de que sonara el timbre. Durante el juego, los días siguientes, la historia se repitió: siempre que jugaban a la gallinita ciega se la quedaba Marta y rápidamente identificaba al compañero o compañera al que se acercaba. Al final todos pensaban que había una estrellita que le soplaba el nombre.
Durante una clase, sorprendida por la facilidad que tenía Marta para encontrar a sus compañeros, Berta preguntó a la maestra.
-Señorita. ¿Por qué Marta nos reconoce tan pronto cuando jugamos? ¿No será que hace trampa?
La maestra les dijo que era mejor que se lo preguntasen directametne a Marta, t tras hacerlo, ella contestó:
-Muy fácil. Yo me fijo en cosas que vosotros no; en cómo lleváis las coletas, en cómo suenen vuestros pasos, en cómo sois de altos…
-Ahhh! contestaron todos a coro.
La maestra añadio:
- Es la forma que Marta tiene de conocernos a cada uno de nosotros. Ella no ve pero se fija mucho en lo detalles que le contamos y en lo que puede tocar. Además tiene un oído muy fino y nos identifica rápidamente por la voz. Por eso, siempre será la campeona del juego de la gallinita ciega.
Todos se quedaron sorprendidos y satisfechos de lo que les había contado su seño.
Berta al pensar en lo mal que se había portado con su compañera, se puso tan triste que estuvo a punto de echarse a llorar; sin embargo tuvo una idea mejor, se levantó y dijo:
- ¿Por qué no nombramos a Marta campeona del juego?. Como todos creíamos que tenía una estrella que le decía al oído nuestro nombre, podríamos en vez de darle una copa, hacerle una estrella en relieve con una punta por cada compañero y compañera de clase.
Todos estuvieron de acuerdo con la idea de Berta. La maestra les dibujó una punta de estrella a cada uno para que la colorearan, la picaran y pegasen papeles con distintas texturas. Cuando estuvieron listas, las pegaron unas junto a otras y formaron una estrella, la más bonita que habían visto nunca y se la dieron de regalo. Marta se sintió feliz y les dio las gracias.
Colgó la estrella en su habitación y se la enseñaban a todos los que iban a su casa. Sabía qué compañero había hecho cada punta, así que cuando se sentía triste o aburrida jugaba con su estrella, se acordaba de sus compañeros y se ponía más contenta. |